Prólogo de Brevedades infinitas

“Escritoras somos y en el camino andamos”, es un dicho que se adapta perfecto a mi encuentro con Marcia Ramos. Nos encontramos hace años como blogueras, cuando ella tenía menos de 20 años, y el contacto ha crecido hasta estas páginas, en que me ha con ado la presentación 9 de sus Brevedades Infinitas. Leerla en un volumen integrado a conciencia ha sido, además de un honor, una experiencia intensa. Estamos ante una especie de manifiesto de Marcia Ramos: este es mi universo imaginario, mi búsqueda literaria y el registro de mi lenguaje.
Y así es, en sus microficciones lo tenemos todo: ciencia ficción, terror, poesía, cuento fantástico, gótico y negro, aunque podríamos seguir encontrando otros géneros. Si ya esto requiere de una lectura atenta e intensa, la lectura agudiza otra intensidad: mezcla géneros, y la brevedad de los textos desafían la sagacidad del lector. Marcia escribe sobre muerte, sobre erotismo, sobre muerte, sobre incesto, sobre muerte, sobre sirenas, sobre muerte, sobre personajes de cuentos infantiles, sobre muerte, sobre escamas de sirena, sobre muerte y sangre; sobre trozos de carne, sobre muerte, sangre y fantasmas; sobre robots, piel, amor, engaño, violencia y sobre muerte.
Las vueltas de tuerca en sus microficciones se convierten en empinadas escaleras de caracol, vorágines ante las cuales hay que asirse bien para poder sobrevivir y después dilucidar lo que pasó, giros inesperados llenos de vértigo, que a veces nos dejan en la ceguera. En cierta forma la “curaduría” de este libro nos lleva sagaz y estratégicamente por un recorrido.
Brevedades Infinitas abre “Castillos de sangre” y nos plantea desde el inicio el n de la inocencia, el rompimiento con el mundo idealizado de los mitos. Es la voz literaria que rompe con la tradición de la cual abrevó en su primera infancia. Y el rompimiento es despiadado, de una crueldad de la que sólo es capaz quien alguna vez ha amado aquello que destruye.
“Castillos de sangre” mezcla los cuentos fantásticos infantiles de la Sirenita, Rapunzel, Cenicienta, La Bella Durmiente, Pocahontas, Caperucita, etc., con géneros gótico, negro, de terror.
Así a veces destruye la inocencia del imaginario infantil, aniquilando la supuesta nobleza del protagonista, o bien liberando al protagonista del yugo de la historia tradicional. A veces con irreverencia, otras veces con odio, pero nunca con piedad. Una vez que se rompe con esa inocencia y tradición infantil de “Castillos de sangre”, puede proseguir Brevedades infinitas, que toma su nombre de la segunda de las cuatro partes en que se divide el libro, aunque en un singular “Brevedad infinita”.
Y hablo del fin de la inocencia, porque esta sección nos muestra a la Marcia Ramos adulta, que explora con una prosa intrincada, sintética hasta el vértigo, al adulto ante la realidad.
Estas minificciones revelan la violencia fronteriza, la muerte que conlleva el desamor (real o simbólica), las desapariciones, el incesto, la pedofilia, el exterminio; la interrupción de la infancia, la metamorfosis existencial o física (...)

María Antonieta Mendívi

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